Cuando volvamos a acudir a locales comerciales o de ocio, más de uno se preguntará si el distanciamiento social o la reducción del aforo son medidas suficientes para evitar contagios.
Lo que sabemos con seguridad desde el primer día es que el CORONAVIRUS en el AIRE no viaja solo, sino que se transporta en forma de pequeñas gotas que expulsan las personas contagiadas a través del habla, la respiración, las toses y por supuesto, los estornudos.
"Las partículas que emitimos tienen un rango de tamaños muy amplio, las más grandes pesan más y se depositan antes, pero las más pequeñas permanecen en el aire y pueden transportarse a distancias más largas", explica a Teknautas María Cruz Minguillón, que ha elaborado un informe del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA, centro del CSIC ubicado en Barcelona) sobre esta compleja cuestión.
El CORONAVIRUS en el AIRE tiene unos 100 nanómetros de tamaño (un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro) y las gotas en las que viaja pueden ser miles de veces más grandes, aunque tan pequeñas que seguimos sin apreciarlas a simple vista.
Algunos estudios ya han analizado específicamente la dispersión de SARS-CoV-2. Uno de ellos, publicado en 'Emerging Infectious Diseases', revista de Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), midió el CORONAVIRUS en el AIRE de un hospital de Wuhan (China), encontrando una mayor concentración en las UCI que en otras salas.
Lo más llamativo de este trabajo fue que los investigadores llegaron a detectar el patógeno a cuatro metros de distancia de los pacientes. Sin embargo, otra investigación publicada en 'JAMA' sólo halló el CORONAVIRUS en el AIRE en las habitaciones en algunos casos, pero entre ellos estaban los ventiladores de salida de aire.
Minguillón trabaja en contaminación atmosférica y conoce bien el transporte de las partículas en el aire, cómo se acumulan y cómo se dispersan. Las que salen del cuerpo humano pueden estar compuestas por saliva, sales, proteínas y llevar también SARS-CoV-2 o cualquier otro virus si la persona está infectada, pero se comportan como cualquier otra partícula en suspensión y pueden permanecer mucho tiempo en suspensión si no circula el aire.
"El mejor ejemplo lo tenemos en un cigarrillo, si fumas en un espacio cerrado, la concentración de humo es alta. Si lo fumas en la calle, se dispersa y la concentración de partículas es más baja a medida que nos distanciamos", comenta.
De esa forma, el CORONAVIRUS en el AIRE puede permanecer activo mientras forma parte de esas gotas que siguen en el aire. ¿Durante cuánto tiempo? Hasta tres horas, según otra investigación publicada en 'The New England Journal of Medicine', que posteriormente recibió críticas de algunos expertos, que ponían en duda la metodología y criticaban la escasez de datos que aportaba ese estudio. Y es que "esto no es una ciencia exacta", aclara la investigadora del CSIC. Todo depende de la concentración inicial del CORONAVIRUS en el AIRE que tengas al inicio.
"En ese estudio era muy alta, pero otros aún no revisados por pares dan tiempos aún más largos. Lo mismo ocurre con los estudios de la supervivencia del CORONAVIRUS en el AIRE en distintas superficies. Nos dicen que un día en cartón o papel y dos o tres días en metal, pero depende de cómo lo estés midiendo y de otros factores, como la temperatura ambiental", explica.
Precisamente, la influencia de la humedad o del calor en la supervivencia de SARS-CoV-2 aún no está bien aclarada, pero por lo que respecta a su dispersión en el aire no debería ser diferente a la de otros virus, según Minguillón, ya que depende del comportamiento de las gotas en suspensión.
Según la investigadora, resulta evidente que ante la inminente desescalada va a ser importante "reducir la densidad de personas en espacios públicos para que haya menos concentración en el ambiente", incluso en el caso de que muchas personas estén emitiendo partículas que porten el virus.
Por el mismo motivo, cuanto más ventilado esté un espacio, mejor. "¿Qué harías tú para evitar respirar el humo del tabaco? Abrir la ventana, porque la concentración baja", insiste.
Precisamente, en eso hacen hincapié los autores de otro estudio publicado esta semana en 'Nature'. De nuevo, se trata de dos hospitales de Wuhan: las concentraciones del CORONAVIRUS en el AIRE de las habitaciones ventiladas de los pacientes eran muy bajas, pero altas en los baños y zonas de estos centros hospitalarios por las que pasaba una gran cantidad de gente. También en las salas que utilizaba el personal médico para quitarse los equipos de protección.
El proyecto español para detectarlo
Por eso, detectar el virus en el aire puede ser una importante herramienta para luchar contra la pandemia. Sin embargo, no es tan fácil: hasta la fecha no hay un consenso sobre cómo hacerlo y por eso este tipo de estudios generan algunas controversias en la comunidad científica.
Hace unos días, la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH) presentó una nueva idea: un biosensor que combina sistemas ópticos y de medición de temperatura. El sistema se basa en que las moléculas de ARN del virus producen cambios de luz y temperatura en estructuras metálicas microscópicas.
En España, el Instituto de Salud Carlos III ha anunciado que financia el proyecto AIRCovid19 (Air Innovation & Research for covid19) liderado por Antonio Alcamí, investigador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO-CSIC).
El proyecto, en el que participan los hospitales La Paz y Severo Ochoa, el Centro Nacional de Microbiología, IMDEA Nanociencia e ISGlobal de Barcelona, busca detectar SARS-CoV2 en el aire en diferentes zonas de los hospitales y centros de salud de forma eficiente y rápida.
Tras una primera etapa centrada en conocer mejor la diseminación del SARS-CoV-2 en el aire de estos entornos cerrados, una segunda fase tratará de incorporar una nueva tecnología (por el momento, no han dado detalles) para optimizar la vigilancia epidemiológica. Si todo va bien, la idea sería incorporar el sistema en estaciones de muestreo de las ciudades y en infraestructuras de transportes.
Alcamí tiene una curiosa experiencia en la búsqueda de virus, ya que hace años realizó la primera descripción de virus en la Antártida. Este virólogo y su equipo utilizaron tecnología de secuenciación masiva que les permitió encontrar la mayor diversidad de virus que se habían hallado en todo el planeta en lagos del continente helado.
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