Las etiquetas eran iguales en todos los casos pero en la mitad de las casas se añadía un agente desinfectante y en la otra mitad no. En todas las casas vivía al menos un niño en edad pre-escolar.
Se vigilaron también los hábitos de limpieza y el tiempo a lo largo del año en que al menos un miembro de la familia tuviese algún síntoma de infección.
Los virus resisten
Tal y como los investigadores esperaban, este complicado estudio no consiguió demostrar ninguna diferencia para la salud entre los detergentes clásicos y los que llevan desinfectantes.
La razón de esta ineficacia es que la mayoría de las infecciones que se contagian en el hogar (catarros, diarreas y otros procesos febriles) están producidas sobre todo por virus.
Por otro lado, la transmisión de muchos de estos cuadros virales e incluso bacterianos es por vía respiratoria. En estos casos, limpiar, frotar y fregar es totalmente inútil. Lo que vale es proteger la vía respiratoria.
Tal y como se afirma en un editorial que acompaña a esta publicación en 'Annals of Internal Medicine', el empleo indiscriminado de sustancias antibacterianas podría llegar incluso a ser un problema.
«Si lo comparamos con otros productos oxidantes es más potente que el cloro, que es un desinfectante tradicional y la propia agua oxigenada», asegura a este periódico Ángeles Blanco, catedrática de Ingeniería Química y Materiales de la Universidad Complutense y miembro de la Asociación Nacional de Químicos e Ingenieros Químicos de España (ANQUE).
Según la OMS, el OZONO es el desinfectante más potente contra todo tipo de microorganismos (https://www.who.int/water_sanitation_health/dwq/S04.pdf).
De ahí que en esta crisis sanitaria, se esté recurriendo cada vez más al OZONO -molécula compuesta por tres átomos de oxígeno que surge al disociarse los dos átomos que componen al oxígeno. Cada átomo de oxígeno se une a otra molécula de oxígeno gaseoso, dando lugar a la aparición de moléculas de ozono (O3)- para la limpieza en profundidad de superficies, como vehículos de personal sanitario o policial y de instalaciones hospitalarias o edificios públicos.
"No hay datos aún que certifiquen que elimina el Covid-19, pero sí sabemos que el OZONO penetra en la membrana celular y que los coronavirus son sensibles a los agentes oxidantes y por lo tanto, podemos suponer con las evidencias científicas disponibles hasta la fecha, que se va a dañar el virus y va a quedar destruido. De esta forma, se puede disminuir la carga vírica y evitar su propagación», explica Blanco.
Se trata de una sustancia incolora, inodora (solo en grandes concentraciones podría presentar un color azulado y desprender un olor a marisco en descomposición), que no puede ser almacenada ni transportada. Se puede producir artificialmente, pero hay que hacerlo en el lugar donde vaya a ser utilizado para que sea eficaz.
«Al ser inestable y descomponerse, la vida media en el aire, en el interior de una habitación es de seis a diez minutos aproximadamente», apunta Blanco. Precisa de unas máquinas, cuyo coste está entre los 800 y 1.000 euros. «Son GENERADORES de OZONO, que a partir del oxígeno del aire generan una alta tensión eléctrica que separa los átomos de oxígeno para que puedan reaccionar con otras moléculas y dé lugar al ozono. Es similar a la energía del rayo que lo produce naturalmente», explica la catedrática.
Su uso es sencillo. Según Blanco, una vez conectada y programada para actuar, es necesario salir de la habitación (de tener que entrar habría que hacerlo protegido con traje especial) y mantener la puerta cerrada. «Con 20 segundos sería suficiente para eliminar un virus, pero para no correr riesgos se suele dejar actuar tres o cuatro minutos. Pasados diez minutos, el ozono residual que no ha reaccionado (el que reacciona se consume) se descompone y solo sería necesario ventilar la estancia», precisa.
Según esta especialista en el tratamiento de aguas residuales con OZONO y que ha desarrollado un proyecto para la desinfección rápida, sencilla y barata de trajes EPIs para reducir la carga vírica y facilitar su reutilización en situación de emergencia, los riesgos del OZONO para la salud dependen de la concentración y el tiempo de exposición. «Una directiva de 2008 de la UE limita las concentraciones: no se podría estar expuesto a más de 0,2 miligramos de ozono por metro cúbico en ocho horas», concluye Blanco.
Utilizando investigaciones previas sobre las cargas virales de gripe en secreciones nasales y asumiendo que cada gotita expectorada transmitida por el aire mide entre uno y cinco micrómetros de diámetro, eso significa muchos, muchos virus en una sola TOS.
Un micrómetro, o micra, es una millonésima parte de un metro, o una milésima de un milímetro. "A partir de esta investigación y asumiendo que se producen unas 3.000 gotitas por TOS, este alcance de virus de gripe producido por TOS es de 195 a 19.500", dijo Tang.
Añadió que esta cifra de 3.000 gotitas se refiere a las que quedan suspendidas en el aire durante considerables periodos, lo suficiente como para infectar a gente.
La recomendación es que utilicen pañuelos de papel en vez de poner la mano y, en caso de no tener, taparse con el brazo.
Sin embargo, los expertos no están seguros sobre lo que constituye una dosis infecciosa en lo que se refiere a virus de la gripe.
Tang dijo que una dosis infecciosa del virus de la gripe dependería de una variedad de factores, como la constitución de la gente que respirara esas gotitas y si están vacunadas o no.
Cuando volvamos a acudir a locales comerciales o de ocio, más de uno se preguntará si el distanciamiento social o la reducción del aforo son medidas suficientes para evitar contagios.
Lo que sabemos con seguridad desde el primer día es que el CORONAVIRUS en el AIRE no viaja solo, sino que se transporta en forma de pequeñas gotas que expulsan las personas contagiadas a través del habla, la respiración, las toses y por supuesto, los estornudos.
"Las partículas que emitimos tienen un rango de tamaños muy amplio, las más grandes pesan más y se depositan antes, pero las más pequeñas permanecen en el aire y pueden transportarse a distancias más largas", explica a Teknautas María Cruz Minguillón, que ha elaborado un informe del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA, centro del CSIC ubicado en Barcelona) sobre esta compleja cuestión.
El CORONAVIRUS en el AIRE tiene unos 100 nanómetros de tamaño (un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro) y las gotas en las que viaja pueden ser miles de veces más grandes, aunque tan pequeñas que seguimos sin apreciarlas a simple vista.
Algunos estudios ya han analizado específicamente la dispersión de SARS-CoV-2. Uno de ellos, publicado en 'Emerging Infectious Diseases', revista de Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), midió el CORONAVIRUS en el AIRE de un hospital de Wuhan (China), encontrando una mayor concentración en las UCI que en otras salas.
Lo más llamativo de este trabajo fue que los investigadores llegaron a detectar el patógeno a cuatro metros de distancia de los pacientes. Sin embargo, otra investigación publicada en 'JAMA' sólo halló el CORONAVIRUS en el AIRE en las habitaciones en algunos casos, pero entre ellos estaban los ventiladores de salida de aire.
Minguillón trabaja en contaminación atmosférica y conoce bien el transporte de las partículas en el aire, cómo se acumulan y cómo se dispersan. Las que salen del cuerpo humano pueden estar compuestas por saliva, sales, proteínas y llevar también SARS-CoV-2 o cualquier otro virus si la persona está infectada, pero se comportan como cualquier otra partícula en suspensión y pueden permanecer mucho tiempo en suspensión si no circula el aire.
"El mejor ejemplo lo tenemos en un cigarrillo, si fumas en un espacio cerrado, la concentración de humo es alta. Si lo fumas en la calle, se dispersa y la concentración de partículas es más baja a medida que nos distanciamos", comenta.
De esa forma, el CORONAVIRUS en el AIRE puede permanecer activo mientras forma parte de esas gotas que siguen en el aire. ¿Durante cuánto tiempo? Hasta tres horas, según otra investigación publicada en 'The New England Journal of Medicine', que posteriormente recibió críticas de algunos expertos, que ponían en duda la metodología y criticaban la escasez de datos que aportaba ese estudio. Y es que "esto no es una ciencia exacta", aclara la investigadora del CSIC. Todo depende de la concentración inicial del CORONAVIRUS en el AIRE que tengas al inicio.
"En ese estudio era muy alta, pero otros aún no revisados por pares dan tiempos aún más largos. Lo mismo ocurre con los estudios de la supervivencia del CORONAVIRUS en el AIRE en distintas superficies. Nos dicen que un día en cartón o papel y dos o tres días en metal, pero depende de cómo lo estés midiendo y de otros factores, como la temperatura ambiental", explica.
Precisamente, la influencia de la humedad o del calor en la supervivencia de SARS-CoV-2 aún no está bien aclarada, pero por lo que respecta a su dispersión en el aire no debería ser diferente a la de otros virus, según Minguillón, ya que depende del comportamiento de las gotas en suspensión.
Según la investigadora, resulta evidente que ante la inminente desescalada va a ser importante "reducir la densidad de personas en espacios públicos para que haya menos concentración en el ambiente", incluso en el caso de que muchas personas estén emitiendo partículas que porten el virus.
Precisamente, en eso hacen hincapié los autores de otro estudio publicado esta semana en 'Nature'. De nuevo, se trata de dos hospitales de Wuhan: las concentraciones del CORONAVIRUS en el AIRE de las habitaciones ventiladas de los pacientes eran muy bajas, pero altas en los baños y zonas de estos centros hospitalarios por las que pasaba una gran cantidad de gente. También en las salas que utilizaba el personal médico para quitarse los equipos de protección.
El proyecto español para detectarlo
Por eso, detectar el virus en el aire puede ser una importante herramienta para luchar contra la pandemia. Sin embargo, no es tan fácil: hasta la fecha no hay un consenso sobre cómo hacerlo y por eso este tipo de estudios generan algunas controversias en la comunidad científica.
Hace unos días, la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH) presentó una nueva idea: un biosensor que combina sistemas ópticos y de medición de temperatura. El sistema se basa en que las moléculas de ARN del virus producen cambios de luz y temperatura en estructuras metálicas microscópicas.
En España, el Instituto de Salud Carlos III ha anunciado que financia el proyecto AIRCovid19 (Air Innovation & Research for covid19) liderado por Antonio Alcamí, investigador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO-CSIC).
El proyecto, en el que participan los hospitales La Paz y Severo Ochoa, el Centro Nacional de Microbiología, IMDEA Nanociencia e ISGlobal de Barcelona, busca detectar SARS-CoV2 en el aire en diferentes zonas de los hospitales y centros de salud de forma eficiente y rápida.
Alcamí tiene una curiosa experiencia en la búsqueda de virus, ya que hace años realizó la primera descripción de virus en la Antártida. Este virólogo y su equipo utilizaron tecnología de secuenciación masiva que les permitió encontrar la mayor diversidad de virus que se habían hallado en todo el planeta en lagos del continente helado.