Un nuevo envase alimentario advierte, con un cambio de color, de que un alimento se ha deteriorado y, por tanto, no es seguro
La tecnología de los envases alimentarios ha dado importantes frutos en los últimos años. Activos e inteligentes, estas dos formas de conservar alimentos aportan mayores garantías de seguridad y suponen para el consumidor nuevos modos de información y de conservación. En el campo de los envases inteligentes, expertos escoceses acaban de desarrollar un nuevo indicador, elaborado a partir de un "plástico inteligente", que con un cambio de color advierte de que un alimento está a punto de perder su frescura, si el envase se ha roto o está dañado, si ya ha superado la fecha límite de consumo o si no se ha conservado a la temperatura de refrigeración adecuada.
Fuente: consumer (16 de marzo de 2011)
Por MARTA CHAVARRÍAS
El nuevo indicador se utilizará para el envasado en atmósfera modificada, que mantiene los alimentos en condiciones especiales para prolongar su vida útil. Este sistema de envasado se utiliza cada vez más para detener el crecimiento de microorganismos patógenos y se complementa con una etiqueta donde se indica información como la frescura. Los expertos de la Universidad de Glasgow buscan ahora un sistema para no tener que añadir la etiqueta y, por tanto, reducir costes. Pero al margen de ésta, el objetivo es doble: por un lado, minimizar el riesgo de consumir alimentos en mal estado por una mala conservación y, por otro, reducir el número de alimentos que se desechan en el ámbito doméstico porque ya no están en condiciones de consumir.
Señales sensoriales
Los nuevos envases inteligentes aportan información al consumidor sobre el estado de los alimentos
El nuevo envase inteligente "comunica" al consumidor si un alimento puede ingerirse o no. Esta información llega de forma visual, con una señal clara de cuándo los alimentos empiezan a deteriorarse. Con este nuevo desarrollo, los expertos esperan poner fin a la confusión que genera información como "consumir preferentemente antes de" o "fecha de caducidad", así como informar sobre cuáles son los alimentos que deben almacenarse en la nevera.
La forma de comunicar de los envases puede basarse en dos métodos. El primero simularía los códigos de barras o los tags de identificación por radiofrecuencia. Otro se basaría en monitorizar las condiciones externas del envase para advertir, mediante indicadores visuales como el color, de posibles cambios físicos.
Las nuevas investigaciones sobre métodos sensoriales para evaluar la seguridad de los alimentos a través de los envases han llevado también a un grupo de expertos daneses a desarrollar un sistema capaz de detectar los malos olores. En este caso, el método se puede aplicar tanto a alimentos sólidos como líquidos. Los envases emiten una señal que desvela que se ha experimentado un cambio en el estado de los alimentos. Factores como la seguridad alimentaria, la trazabilidad e, incluso, el desperdicio de alimentos impulsan el desarrollo de los envases inteligentes, que aportan una información extra al consumidor, y de los envases activos, capaces de interactuar con el alimento para mejorar su cualidades organolépticas y su seguridad.
Tendencia al alza
Según el informe británico "El futuro de los envases activos e inteligentes en alimentos y bebidas", publicado en junio de 2010, la tendencia de este sector es de claro ascenso hasta el año 2015. Este crecimiento estaría impulsado por la rápida evolución de la tecnología de sensores y biosensores, con fuerte potencial de crecimiento. Uno de los principales beneficios de esta nueva técnica es que se reducen las pérdidas porque se aumenta la vida útil del alimento. Por el contrario, aún deben hacer frente a retos como los altos costes de producción, el cumplimiento de las normas de seguridad y la desconfianza de buena parte de los consumidores, a pesar de que la aceptación es cada vez mayor.
La principal diferencia con los envases tradicionales es que estos actúan como barreras pasivas destinadas a retrasar los efectos externos sobre los alimentos. En cambio, los envases activos e inteligentes se alzan como dos tecnologías emergentes tanto para la seguridad como para la calidad. Indicadores de tiempo y temperatura, de madurez, biosensores y la identificación por radiofrecuencia son algunos de los dispositivos inteligentes que caracterizan estos envases. Además de los beneficios para los fabricantes (extensión de la vida útil), los consumidores ven reforzados aspectos como la frescura, la calidad y el grado de información. El desarrollo de componentes electrónicos más pequeños y flexibles incrementará el desarrollo de etiquetas y envases inteligentes.
CIERRES PARA ENVASES
En el complejo mundo de los envases alimentarios, deben valorarse otros pequeños objetos con una función clara de conservación. Son las tapas o cierres. Las aplicaciones en este campo deben compaginar aspectos como la rigidez y la dureza, con una elevada resistencia química y organoléptica, sobre todo, en los casos en que entran en contacto con alimentos, como botellas de agua y refrescos. En las botellas, cada modalidad requiere un tapón específico, en función del tipo de alimento que se conserve. El cierre de estos envases debe garantizar que el producto interior queda cerrado de forma hermética y segura.
Una de las particularidades de este objeto, a diferencia de otros sistemas de cierre, es que en algunos casos una parte se introduce en el envase. Además del tan generalizado tapón de corcho, que se usa sobre todo para el cierre de las botellas de vino, hay tapones de metal, vidrio o silicona, un material con una presencia cada vez más generalizada en productos destinados a entrar en contacto con alimentos. El objetivo de todos ellos es el mismo: mantener cerrados los envases de forma hermética para que los alimentos se conserven en las condiciones adecuadas.
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