El síndrome de sensibilidad química múltiple puede iniciarse por la exposición a un solo producto químico en el medio ambiente, principalmente un insecticida organofosforado o un disolvente orgánico.
Una vez iniciada la reacción a este desencadenante primario, la persona también puede enfermar por la exposición a desencadenantes secundarios, como productos de limpieza doméstica (lejía, salfumán), perfumes, desodorantes, pinturas y barnices. Este síndrome no es una alergia, porque no hay mediadores inmunológicos.
La OMS no considera aún este tipo de sensibilidad una enfermedad como tal, pero en otros países -por ejemplo, Alemania y Canadá- se la toman muy en serio.
En España, el Hospital Clínico de Barcelona registra entre 50 y 60 casos nuevos de este síndrome al año. Un equipo de este centro sanitario ha evaluado durante dos años una serie de 52 pacientes afectados por este síndrome y la conclusión es que parece aumentar la incidencia entre la población, dice Santiago Nogué, jefe de Toxicología Clínica del Hospital Clínico de Barcelona y uno de los autores del estudio.
¿Cuáles son los mecanismos para que sustancias químicamente tan diferentes produzcan idénticos resultados? No está nada claro.
Hay quien postula que la respuesta multisistémica desencadenada por un agente químico se debe a las interconexiones entre el nervio olfativo y el sistema límbico cerebral, una zona muy vulnerable a la sensibilización, según Jordi Obiols, técnico superior de prevención del Centro Nacional de Condiciones de Trabajo, que ha realizado una nota técnica sobre este síndrome.
El diagnóstico es clínico y se realiza con el cuestionario QEESI. La sintomatología es muy amplia y afecta a varios órganos; los síntomas se repiten con cada exposición y se reproducen con dosis muy bajas.
Las estimaciones sobre cuántas personas pueden verse afectadas son dispares.
En Estados Unidos hay autores que indican una prevalencia del 1%, mientras que otros la elevan al 10%, explica Jordi Obiols.
En el entorno laboral, sobre todo en ambientes cerrados o edificios enfermos, la prevalencia podría llegar al 20% en determinadas exposiciones accidentales, asegura Francisca López Crespi, médica del trabajo del Centro de Seguridad y Salud Laboral de Barcelona, de la Generalitat de Cataluña.
Uno de los primeros brotes del que se tiene constancia fue en 1994 en un edificio hermético, un laboratorio del complejo sanitario de Vall d'Hebron, en Barcelona.
Uno de los especialistas que más han trabajado con este tipo de casos es el neurólogo Julián Márquez, cuando trabajaba en el hospital de Bellvitge.
El 90% de los 302 pacientes diagnosticados por Márquez sufrían trastornos cognitivos que afectaban a la memoria, la concentración y la capacidad de realizar tareas simultáneas. Estos síntomas iban acompañados de parestesias, gran fatiga y debilidad muscular.
En el 90% de los pacientes la dolencia se cronificó, con mayor intolerancia a olores y más síntomas. Con el tiempo, pueden aparecer síntomas nuevos, como alteraciones visuales, explica el neurólogo.
El Centro de Seguridad y Salud Laboral de la Generalitat ha seguido casos relacionados con la aplicación de insecticidas en el interior de los centros de trabajo, y otros casos relacionados con el uso de disolventes.
Desde 1994, este centro ha registrado unos 750 casos; de ellos, unos 150 están actualmente en situación de invalidez de diferentes grados por contingencia profesional.
Sin embargo, Francisca López explica que si se observan aisladamente los indicadores de personas afectadas por este síndrome, hay pocos datos de brotes similares fuera de Cataluña.
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