La actividad de las bacterias de la flora puede, incluso, afectar a nuestra misma felicidad
Si hay una actividad humana que nos ha proporcionado sorpresas literalmente de talla cósmica, esa ha sido la ciencia.
Desde el descubrimiento de que la Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés, pasando por el descubrimiento de que los átomos son más huecos que una mosca volando en el centro de una catedral vacía, la ciencia no ha dejado de modificar nuestros conceptos sobre el mundo, y también sobre nosotros mismos.
Y precisamente el concepto que tenemos sobre nuestro cuerpo puede tener que modificarse debido a nuevos descubrimientos científicos, no sobre el propio cuerpo, sino sobre las bacterias que lo habitan.
Fuente: cienciaes.com (2011/11/20)
Por JORGE LABORDA
Como es sabido, cientos de especies de bacterias colonizan prácticamente todas las superficies de nuestros cuerpos, sean estas externas (piel, boca…) o internas (intestinos, vagina…). Las bacterias superan a nuestras células en una proporción de diez a uno, por lo que muchos científicos comienzan a considerar a los humanos no como un simple organismo, sino como un conjunto complejo de organismos, un sistema de células que conviven en una, a veces, frágil harmonía.
Pero tampoco es cuestión de exagerar. Ya es suficiente con que la ciencia haya acabado con el ser humano como rey de la creación, y que haya descubierto que descendemos del mono o que nuestro cerebro no sea el mejor equipado del reino animal. ¿Acaso el hecho de que estemos colonizados por bacterias quiere decir que dichos microorganismos afectan lo que somos?.
Es muy pronto todavía para responder a esa pregunta. Sin embargo, los últimos estudios realizados tanto con seres humanos como con animales de laboratorio sugieren que las bacterias hacen mucho más que vivir tranquilamente sobre nuestra piel o en nuestro intestino. Su actividad afecta nuestra biología, a nuestra salud corporal, y puede, incluso, afectar a nuestra misma felicidad.
BACTERIAS PROTECTORAS
Es bien conocido que las bacterias amigables que habitan nuestro intestino evitan que este sea colonizado por bacterias que podrían causarnos infecciones graves. También se ha demostrado que algunas bacterias de nuestra boca son beneficiosas y nos protegen del desarrollo de caries dentales.
Diversas especies bacterianas también colonizan la superficie interna de la vagina. Estas bacterias suelen ser del tipo Lactobacillus, como las que se encuentran en el yogur, que fabrican elevadas cantidades de ácido láctico. Este ácido genera un entorno hostil para otras bacterias y protege, por tanto, de infecciones bacterianas que causan enfermedades o, cuando menos, serias molestias.
Igualmente, determinadas especies de bacterias, como la denominada B. fragilis, producen sustancias antiinflamatorias que ayudan a mantener a raya enfermedades crónicas del intestino causadas por una respuesta inmunitaria descontrolada. Las sustancias producidas por estas bacterias mantienen inactivadas a determinadas células del sistema inmunitario, causantes de la inflamación. En ausencia de B. fragilis, la inflamación puede causar graves problemas intestinales y digestivos. Lo interesante de esto es, además, que las sustancias antiinflamatorias son también beneficiosas para esta bacteria y ayudan a que B. fragilis no sea atacada por el sistema inmune. No obstante, esta bacteria no causa enfermedad.
MICROBIOLOGÍA DE LA FELICIDAD
Pero las bacterias que nos habitan pueden manipular algo más que el sistema inmune. Los últimos estudios con animales de laboratorio indican que pueden manipular nuestra actitud frente a la vida e incluso influir en nuestro estado de ánimo y nuestra felicidad. Así, ratones que han crecido en un entorno libre de bacterias son más temerarios y toman mayores riesgos que los que han crecido en un entorno bacteriano normal. Los ratones libres de bacterias son también más activos. Estos efectos pueden ser eliminados si se inocula bacterias a los ratones en su infancia, pero no si se inoculan las bacterias en la edad adulta, lo que indica que los efectos de las bacterias sobre la actividad cerebral que afecta a esos comportamientos suceden temprano en la vida.
Un último estudio publicado en la revista Proceedings demuestra que un tipo de bacteria intestinal amistosa, llamada Lactobacillus rhamnosus, afecta al estado de ansiedad de los ratones de laboratorio. Los animales con niveles normales de esta bacteria son menos ansiosos que los que carecen de ella en su intestino. Esta menor ansiedad se acompaña de menores niveles de hormonas de estrés en la sangre y de diferencias en los niveles de algunos neurotransmisores cerebrales, es decir, los efectos son bien reales.
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