El objetivo de la agricultura intensiva convencional es reducir costos, minimizar la superficie explotada y así aumentar el rendimiento por hectárea. Para conseguirlo ha tenido que utilizar cada vez más productos químicos para abonar los campos y acelerar el crecimiento de los vegetales.
Fuente: VERITAS (14/01/2011)
Lo mismo sucede con la ganadería; para criar animales de granja de forma más rápida y barata se han desarrollado compuestos con químicos que aceleran el crecimiento o engorde de los animales de forma que puedan ser sacrificados en menos tiempo con más rendimiento.
Todas estas prácticas provocan, por un lado, el agotamiento de los recursos (se vacía el suelo de nutrientes, se contamina el agua, etc.) y, por otro, dejan unos residuos en los alimentos que vienen a parar a nuestra mesa.
La buena noticia es que después de demasiados años en los que la industria alimentaria ha estado focalizada exclusivamente en la productividad a toda costa la reacción ya está en marcha. El número de productores que se pasan a ecológico no para de crecer, cada vez son más los agricultores y ganaderos que no emplean sustancias químicas para producir los alimentos. Igualmente, cada día más transformadores y elaboradores prescinden de los estabilizantes, espesantes, conservantes y otros químicos sintéticos.
Todo esto es así porque se ha demostrado ya en numerosas ocasiones que los productos ecológicos superan ampliamente a los convencionales en calidad, tanto nutritiva como organoléptica. Y tampoco hay discusión ya respecto a los efectos que sobre el bienestar animal y el medio ambiente tiene cada uno de los sistemas de producción, el ecológico es simplemente insuperable en cuanto a cuidado del planeta y garantía de alimento futuro de nuestros hijos.
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