Los hábitos alimenticios han pasado de una dieta rica en antioxidantes y con variedad de grasas a una con mayor cantidad de omega 6
Fuente: consumer (22 de noviembre de 2010)
El aumento de ácidos grasos omega 6, frente a los omega 3, en la dieta del siglo XXI puede tener efectos negativos en la salud. La investigadora del Center for Genetics (Washington) e impulsora de la "Dieta Omega", Artemis Simopoulos, hizo esta afirmación durante su participación en el IV Congreso Internacional de la Sociedad de Nutrigenética y Nutrigenómica (ISNN), coorganizado por la Universidad de Navarra del 18 al 20 de noviembre en el Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona.
Simopoulos señaló que los hábitos alimenticios de la sociedad actual han evolucionado "de una dieta rica en antioxidantes y con variedad de grasas a una con mayor cantidad de omega 6 (presente en aceites como el de maíz o soja)". Explicó que las frutas y verduras que se consumen, al cultivarse con técnicas más modernas, tienen una menor cantidad de antioxidantes. Además, se alimenta a los animales con cereales y, como consecuencia, "la cantidad de omega 6 en nuestra dieta se ha incrementado".
También se ha disminuido el aporte de ácidos omega 3 -procedentes sobre todo del pescado azul, mariscos, aceites de semillas y vegetales de hojas verdes-, lo que junto con el aumento de la ingesta de omega 6 afecta a la salud. La investigadora explicó que en modelos animales se ha demostrado que el mayor consumo de omega 6 eleva el riesgo de sufrir cáncer, problemas cardiovasculares, neurodegenerativos e inflamatorios. "En el ser humano los resultados son todavía contradictorios, pero se ha comprobado que en personas con predisposición genética, el omega 3 es beneficioso en algunos tipos de tumores", señaló.
Por su parte, el especialista en Nutrigenética y Nutrigenómica y presidente de ISNN, Rafaelle De Caterina, dijo que se puede cambiar "el destino escrito en nuestros genes si cambiamos nuestra alimentación". Según De Caterina, "existen medicamentos derivados de alimentos, como el omega 3, que disminuyen el riesgo de muerte cardiovascular". Por ello, "las intervenciones en la alimentación deben ser prioritarias para la comunidad científica en este momento".
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