El cambio climático es un hecho admitido por casi toda la comunidad científica y son pocas las voces que ponen en duda esta afirmación. Casi todas las noticias que hacen referencia a este cambio y su relación con la alimentación se centran en el estrecho vínculo que relaciona el clima con la producción de alimentos, sobre todo agricultura y ganadería. Estas informaciones resaltan cómo repercute de forma negativa en la producción alimentaria y crea sequías e inundaciones y pérdidas de cosechas, con la consecuente destrucción de la forma tradicional de producción primaria en muchas zonas que, en definitiva, comprometen el acceso a los alimentos a gran parte de la población, en especial, en países en desarrollo. Pero son pocos los estudios que han evaluado cómo repercute este cambio climático en la seguridad de los alimentos, entendida como la buena calidad e inocuidad.
Fuente: ECOTICIAS.COM (09/12/2010)
Uno de los trabajos realizados en este campo pertenece al ámbito del Reino Unido, aunque los resultados y conclusiones son extrapolables a los demás países de Europa. El trabajo pretende, además de identificar el impacto que el cambio climático puede tener sobre la seguridad alimentaria e informar sobre ello, evaluar posibles maneras de adaptación a estas nuevas circunstancias con el fin de minimizar los riesgos. El cambio climático puede provocar incrementos en la contaminación, tanto química como microbiológica de los alimentos, debido a las variaciones en los patrones de producción agrícola, la intensificación de la agricultura y las alteraciones en las vías de transporte.
Mitigar riesgos alimentarios
A menudo, los alimentos proceden de zonas ajenas a los límites de la Unión Europea, donde el impacto del cambio climático es más relevante. Sin embargo, estos países deben ser capaces de producir alimentos dentro de las normas de seguridad alimentaria europea y éstas deben exigirse por los importadores. Esto pone de relieve la importancia de herramientas como el sistema APPCC (Análisis de Peligros y Puntos de Control Crítico) para identificar en etapas tempranas riesgos dentro de la cadena alimentaria, que pueden ocurrir por el cambio climático. Estas zonas podrían localizarse por el desarrollo de un claro proceso de intensificación agrícola, inundaciones cíclicas o nuevas incorporaciones a la producción de alimentos.
Resulta imprescindible desarrollar técnicas de evaluación del riesgo para poder identificar áreas de focalización de peligros alimentarios, así como posibles técnicas de mitigación de los mismos. Algunas de las conclusiones del estudio británico se derivan del hecho de que el aumento progresivo de las temperaturas podría provocar un incremento en el número de microorganismos patógenos y de micotoxinas en toda la cadena alimentaria, desde la producción hasta el consumo. Tanto el procesamiento como el transporte y almacenamiento de los alimentos pueden incrementar los riesgos, pero hay poca información sobre cómo estos se alteran con el cambio climático. Por otra parte, este aumento de temperaturas puede provocar que microorganismos y enfermedades de origen alimentario propias de otras latitudes más cálidas se desarrollen en nuestro entorno.
Otro punto destacable es que las cada vez más frecuentes, largas y severas épocas de sequía, consecuencia del calentamiento global, provocarán una mayor necesidad de agua de riego que hará que el riesgo de microorganismos patógenos sea más elevado. Por otro lado, las previsibles inundaciones son uno de los mecanismos para el transporte de agentes patógenos y sustancias químicas en suelo agrícola que puede aumentar.
Patógenos y vigilancia epidemiológica
Los patógenos más beneficiados por el cambio climático y que más preocupan son los de dosis infectivas bajas, como protozoos parásitos o bacterias como Shigella, y los de mayor persistencia ambiental, como los virus gastrointestinales. También favorece el crecimiento de patógenos con gran tolerancia térmica y condiciones extremas de pH, mientras otros, como Salmonella y E. coli enterohemorrágica, aumentan su competitividad. Además, se prevé una probable alteración del uso de plaguicidas y medicamentos veterinarios. La mayor utilización de medicamentos veterinarios puede aumentar la prevalencia de patógenos resistentes a los antibióticos.
Por último, el estudio pone de relieve la importancia de los equipos de vigilancia epidemiológica, cuya labor será cada vez más importante. Además, es fundamental desarrollar métodos de detección rápida de patógenos y productos químicos en los alimentos y en los seres humanos y para comunicar con rapidez a los organismos reguladores para que estos realicen, en poco tiempo, las oportunas recomendaciones y acciones.
Algunos agentes patógenos se transfieren de los animales a los seres humanos, por lo que el seguimiento de la salud animal puede permitir detectar las amenazas antes de que la infección humana se produzca. Ya que es un problema global, resulta lógico pensar que los países deberían adoptar todas las acciones y medidas posibles.
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