Según la investigación realizada en 2015, y desde entonces nada ha cambiado, el 62% de las muestras también dieron positivo para AMPA (o ácido aminometilfosfónico), un derivado del GLIFOSATO.
El análisis se realizó en muestras de gasas, hisopos, toallitas y productos para el cuidado femenino, como tampones y toallas sanitarias, y se compraron en supermercados y farmacias locales en el área de La Plata, Buenos Aires, Argentina.
Damián Marino, científico del Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM), un organismo de doble dependencia UNLP-Conicet, remarcó: “el GLIFOSATO es una molécula muy pequeña que tiene la función de ser un herbicida generalista porque no discrimina, sino que mata todo aquello que sea verde a excepción de un organismo genéticamente modificado como la soja, el maíz o el algodón. Con el tiempo, algunas especies después de 20 años del uso de este compuesto comenzaron a hacerse resistentes, motivo por el cual debió aumentarse la cantidad del químico por hectárea”.
En aquel estudio, Marino explicó que “el 85 por ciento de todas las muestras dieron positivo para GLIFOSATO y 62 por ciento para AMPA, que es el metabolito ambiental, pero en el caso del algodón y la gasa de algodón estéril, la cifra fue del 10%”.
La mayor parte del algodón consumido en Argentina es genéticamente modificado y resistente al GLIFOSATO. Este se fumiga cuando el capullo está abierto y el GLIFOSATO se condensa y queda directamente en el producto, considerando que el algodón es altamente absorbente.
El GLIFOSATO es el ingrediente clave de Roundup, del gigante de biotecnología Monsanto, hoy bajo Bayer; el herbicida más popular en los Estados Unidos y en decenas de países de todo el mundo.
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