Durante el Tour de Francia, se dio a conocer que el ciclista de Francia se inyectaba OZONO la molécila de tres átomos de oxígeno para tener más sangre y fortalecer sus músculos.
La manera en que los ciclistas pueden realizar esto es hasta cierto punto sencilla. Lo único que se tienen que hacer es extraerse un poco de sangre, mezclarla con el OZONO y reintroducirla.
“Otorga una ventaja durante un momento determinado, pero no crea efectos secundarios… esa es la razón por la cuál es más complicado detectarlas”, comenta Jordi Segura.
Este sistema de DOPAJE apareció en el Giro de Italia del 2009 y obligó a la Agencia Mundial Anti DOPAJE (AMA) a modificar las reglas.
“Cualquier cosa que aumente la oxigenación de forma artificial está prohibida. Además, desde 2011 está prohibido específicamente extraer sangre y volver a inyectarla”, explican los expertos en el tema.
Detectar a alguien que infringe las reglas y ejerce este tipo de actividad para mejorar su rendimiento es prácticamente imposible desde el lado de la ciencia y la tecnología.
La única forma de acusar y dar paso a investigaciones avanzadas es por medio de un delator. Fue precisamente de esa manera en que las autoridades de la AMA dieron con el caso de Remy di Gregorio.
De la forma menos pensada se puede recurrir a la ventaja sin ética.
El mundo del ciclismo y en general de todos los deportes tienen un nuevo enemigo a combatir.
El OZONO ha remarcado presencia en el mundo de los atletas como el ingrediente incómodo e imperceptible.
La ciencia y la tecnología tienen una nueva tarea: encontrar una nueva forma de detectar a aquellos que busquen aprovecharse de este recurso sin necesidad de una denuncia de un testigo.
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