Fuente: consumer.es (20 de mayo de 2008)
Autor: Por ELENA PIÑEIRO
Fuente de proteínas
Bajo el nombre de krill se conoce a los bancos de un pequeño crustáceo parecido a una gamba muy abundante en las aguas del continente austral. Se trata de una palabra noruega utilizada para designar la comida de las ballenas, al ser su alimento básico, aunque también lo es de otros animales como focas, pingüinos o aves marinas.
Es una fuente alimentaria muy alta en proteínas y baja en grasas, de las cuales destacan los ácidos grasos omega 3. Además, tiene una potente combinación de antioxidantes, por lo que podría ser importante para los humanos en un futuro no muy lejano.
Un pequeño gigante
Los usos más comunes de este ser vivo incluyen la acuicultura, como cebo en la pesca deportiva, comida para peces en los acuarios y la elaboración de productos farmacéuticos. En Japón se utiliza como alimento y se le llama "okiami", un preciado ingrediente utilizado en sopas, ensaladas y entrantes. Se caracteriza por su sabor salado, más fuerte que el de las gambas.
Derivados del krill como el aceite o el extracto seco en polvo se usan como suplemento nutricional por sus propiedades nutritivas y medicinales
En el resto del mundo el uso del krill se limita al de sus derivados, como el aceite o el extracto seco en polvo, que se utilizan como suplemento nutricional por sus propiedades tanto nutritivas como medicinales. De hecho, la comercialización de estos productos se ha descrito como un mercado en expansión en los lucrativos sectores dietéticos, cosméticos y farmacéuticos.
En las aguas antárticas la captura anual de este crustáceo es de unas 100.000 toneladas y en Japón de alrededor de 70.000. El exceso de pesca está regulado desde 1993 por la "Commission for the Conservation of Antarctic Marine Living Resources" con el objetivo de asegurar su sostenibilidad en el futuro.
Este diminuto animal, del orden de las "Euphausiaceas", forma uno de los grupos más numerosos de los océanos. Sus bancos llegan a tener una densidad de unos 20 kilos por metro cúbico de agua. Se estima que hay unas 90 especies en todo el mundo, y sólo en la Antártida habría una biomasa de krill de entre 50 y 150 millones de toneladas. Dentro de las especies más abundantes se encuentra el krill antártico ("Euphasia superba") y el krill del Pacífico Norte ("Euphasia pacifica").
El peso específico del krill ¿Por qué el krill?
Por las mismas razones que utilizamos los aceites de pescado, lino u otras fuentes de ácidos grasos omega 3 y de antioxidantes. Parece que su valor añadido reside en la sinergia entre sus componentes químicos, que lo convierte en un complemento dietético beneficioso para problemas de salud tan dispares como el síndrome premenstrual, la hipercolesterolemia o el dolor de articulaciones artríticas.
Su alto contenido proteico, un 63,7% de peso seco, con un 45% de aminoácidos esenciales, lo convierten en la reserva potencial proteica más importante del mundo. Además, puede considerarse uno de los productos marinos con mayores efectos antiaterogénicos dado su bajo contenido en colesterol (30 mg/l00 gramos), su alto porcentaje de ácidos grasos omega 3 (l,47 mg/100 g) y la presencia de vitaminas A, B y D, así como de oligoelementos, especialmente de selenio. El contenido total lipídico del krill es de 4,73 g/l00 g de peso húmedo, de los cuales 4,42 g corresponden a los ácidos grasos totales, donde predominan los ácidos grasos poliinsaturados. De este modo el krill constituye también una reserva natural de ácidos grasos de la serie omega 3.
En el año 1985, un grupo de investigadores uruguayos liderados por Bartolomé Ángel Grillo descubrió que el krill de la Antártida contenía estas valiosas grasas. Sus investigaciones con los pingüinos, animales con un sistema circulatorio libre de capas de ateroma, les llevaron a comprobar cómo el pequeño crustáceo que les sirve de alimento es en sí mismo un gran factor protector del corazón y del sistema vascular.
Concentrado de omega 3
Los ácidosa grasos omega 3 cumplen una importante función en varios procesos orgánicos, entre ellos la regulación de la fluidez de la sangre, del nivel de los triglicéridos y del colesterol, las respuestas inflamatorias e inmunitarias y otras funciones metabólicas.
Las investigaciones y publicaciones científicas más recientes demuestran que los omega 3 podrían incidir no sólo en el desarrollo de ciertos tipos de cáncer (inhibiéndolos), sino también en el tratamiento de tumores y hasta en la atenuación de los efectos de los tratamientos que combaten esta enfermedad.
Hasta el momento hay consolidadas evidencias científicas que permiten afirmar que el consumo de omega 3 reduce la hipertensión arterial, los niveles de triglicéridos en sangre y previenen de enfermedades tan peligrosas como el infarto de miocardio. Sin embargo, se necesita más investigación para ratificar indicios que numerosos estudios preliminares apuntan, como la mejora en el desarrollo cerebral del feto, su acción antiinflamatoria, sus beneficios en la enfermedad de Crohn, la artritis reumatoide o la degeneración macular relacionada con la edad.
De momento se está utilizando para tratar el síndrome premenstrual, como protector cardiovascular y para mitigar el dolor y la rigidez en las dolencias articulares. Parece que la razón de su efectividad en el tratamiento de trastornos tan dispares está en su capacidad antiinflamatoria evaluada en estudios preliminares, que han abierto la puerta a nuevas investigaciones para aclarar los mecanismos de la acción terapéutica de los compuestos derivados de este alimento.
El rojo antioxidante
Las vitaminas A y E, un flavonoide (al que aún no se le ha dado nombre) y sobre todo la astaxantina, el pigmento responsable del color rojo-anaranjado del krill (también de las langostas y el salmón), constituyen una de las combinaciones de antioxidantes más potentes que coexisten dentro de la misma fuente alimentaria.
La astaxantina es un carotenoide producido por el plancton y por diversos tipos de algas, que son ingeridos por diversas especies acuáticas entre las que se incluyen estos pequeños crustáceos que almacenan el pigmento en su cubierta, dando lugar a su color rojizo externo.
Adicionalmente, la astaxantina no sufre decoloramiento, por lo que la coloración rojiza de los peces y crustáceos que la ingieren se conserva. La función que cumple la astaxantina no está clara ni en los animales acuáticos ni en los humanos. Sin embargo, se ha establecido que es un potente antioxidante, diez veces más que otros carotenos como la vitamina A.
Según Tina Sampalis, profesora asociada del Departamento de Cirugía Experimental de la Universidad de Montreal y miembro del cuerpo técnico asesor de la empresa Neptune Technologies & Bioresources, la astaxantina contenida en el aceite de krill está totalmente esterificada, es decir, químicamente ligada a las moléculas de ácidos grasos. Ello significa que el cuerpo humano puede metabolizarla por completo beneficiándose de sus propiedades antioxidantes.
Además, cruza fácilmente la barrera hematoencefálica, lo que podría ayudar a proteger y estimular las células cerebrales.
No obstante, los suplementos hechos a base de este crustáceo no están exentos de efectos secundarios; entre los más comunes están la diarrea y los problemas digestivos. Las personas con alergia al pescado no deben utilizar estos productos, y tampoco deben hacerlo las personas que sufran hemorragias, ya que se ha constatado que este tipo de grasas aumenta los tiempos de sangrado. También pueden interferir con la acción de algunos medicamentos como los anticoagulantes o los antiinflamatorios no esteroideos, por lo que su consumo debería estar prescrito por un facultativo.
¿ESPECIE EN EXTINCIÓN?
Se considera que el krill constituye la mayor biomasa del mundo actual pues podría alcanzar entre los 220 y 440 millones de toneladas. La renovación natural de esta biomasa se realiza en el término de dos años. Los trece países miembros del Tratado del Antártico han creado una oficina con base en Australia que dispone de poderes para limitar las capturas.
La abundancia de krill y su posible explotación como fuente alimenticia para la humanidad ha sido un tema de frecuente controversia en la comunidad científica. Ciertos resultados indicarían que la abundancia de este crustáceo es tal que podría explotarse sin poner en peligro la fauna antártica, pero otros especialistas opinan lo contrario.
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