30 sept 2008

Seguridad en máquinas expendedoras de alimentos

Las particularidades de este tipo de comercialización requieren medidas específicas de conservación y ubicación de las aparatos que garanticen la seguridad de los productos

"Vending" es una palabra inglesa que se utiliza para denominar el sistema de ventas de diferentes productos, entre los que se incluyen los alimentos, a través de máquinas expendedoras automáticas.


Se trata, sin duda, de un sector en alza: además de la libertad de horarios y puntos de venta y de abaratar el producto por la práctica ausencia de mano de obra, abarca gran variedad de alimentos, desde los clásicos snacks y sándwiches hasta las saludables manzanas y otras piezas de frutas muy acordes con las nuevas tendencias nutricionales. Este sistema lleva aparejados, sin embargo, riesgos específicos y también intensifica algunos.

Fuente: consumer.es (21 de agosto de 2008)
Autor: Por MAITE PELAYO

Una de las grandes ventajas de las máquinas expendedoras de alimentos sobre otros sistemas de venta es la enorme disponibilidad de sus productos, tanto en el tiempo (venta las 24 horas del día durante los 7 días de la semana todo el año), como en el espacio, ya que pueden colocarse prácticamente en cualquier lugar, desde el hall de un hotel, una oficina, un colegio, un centro deportivo, un hospital o a pie de calle.

Sin embargo, el hecho de almacenar los productos en máquinas expendedoras, situadas además en zonas ajenas al ámbito tradicional de consumo de alimentos como cafeterías o restaurantes, genera peligros añadidos e intensifica algunos de los ya presentes en los otros sistemas de venta y distribución de productos alimentarios.

Puntos vulnerables

La ubicación de las máquinas, a menudo inadecuada, constituye uno de los puntos que más vulneran la seguridad de los alimentos

El principal peligro que compromete la seguridad alimentaria de los productos distribuidos a través del "vending" es la contaminación microbiana de los alimentos debido a la multiplicación de microorganismos, tanto alterantes como patógenos. Esta contaminación es consecuencia de la conservación a temperaturas inadecuadas. Otro peligro asociado es la contaminación tanto biológica como química, e incluso física, ocasionada por el mal estado de conservación e higiene de este tipo de máquinas.

Tampoco debe pasar por alto el deterioro de los alimentos (desarrollo de microorganismos alterantes o patógenos, alteración enzimática, modificación de sus propiedades organolépticas o pérdida de nutrientes) por sobrepasar las fechas de caducidad de los productos o de consumo preferente.

La ubicación de las máquinas expendedoras, a menudo situadas en emplazamientos de elevado riesgo sanitario (normalmente de mucho tránsito de personas e incluso de animales), que además no suelen ser tratadas como zonas protegidas desde el punto de vista higiénico-sanitario y, por lo tanto, pueden convertirse en un potencial foco de contaminación, constituye un factor de riesgo añadido.

Medidas de prevención

Para evitar estos peligros deben tenerse en cuenta unos requisitos imprescindibles y deben cumplirse las normativas correspondientes, tanto en lo relativo al tipo de producto específico como en el ámbito general alimentario.


Uno de estos requisitos se refiere a los productos alimenticios, que se mantendrán a las temperaturas reglamentarias que garanticen su correcta conservación. Además, se renovarán con la frecuencia necesaria, teniendo en cuenta su fecha de caducidad o de consumo preferente para evitar ofrecer productos fuera de los márgenes de seguridad.

Los envases o embalajes de los productos que lo requieran responderán a sus necesidades específicas y se ajustarán a la normativa en cuanto a materiales, etiquetado y listado de ingredientes se refiere. Todo ello irá unido al mantenimiento de unas perfectas condiciones que garanticen la protección y conservación del alimento. Para asegurar la correcta higiene de las máquinas, su titular elaborará y aplicará un programa de limpieza y desinfección que se llevará a cabo dentro de los parámetros que se establecen en la legislación. Por otra parte, el diseño de las máquinas facilitará su limpieza periódica y no deberá suponer, en ningún momento, por la naturaleza de sus materiales, una potencial fuente de contaminación de los alimentos almacenados.

En la parte exterior de las máquinas, en un lugar visible y de forma claramente legible, se indicará el nombre y dirección de la persona o empresa responsable de su abastecimiento y mantenimiento. El mantenimiento de la máquina expendedora debe asegurar su correcto funcionamiento en todas sus funciones, de tal forma que se garantizarán unas óptimas condiciones de conservación y elaboración, si fuera el caso, de los alimentos allí expuestos.

Alimentos más comunes

Snacks como patatas o barritas de cereales, sándwiches y bocadillos tanto fríos como calientes, pizzas, sopas, piezas de fruta en ocasiones de origen ecológico, pan y bollería, helados, bebidas como agua, refrescos, zumos, café, infusiones o chocolate son algunos de los alimentos que podemos encontrar en este tipo de máquinas. En algunos países asiáticos incluso pueden adquirirse langostas vivas.

Se trata, por tanto, de una gran variedad de productos, algunos de ellos con necesidades especiales de almacenamiento y conservación, principalmente de refrigeración. Otros son precocinados, que se terminan de elaborar en el momento de consumo, por lo que las máquinas expendedoras deben disponer de mecanismos especiales de tratamiento térmico que a menudo combinan microondas y grill.

La Conselleria de Salut de la Generalitat catalana ha recomendado evitar la ubicación de máquinas expendedoras de alimentos y bebidas en zonas accesibles a menores de 16 años, así como modificar la oferta y la publicidad de éstas para facilitar y promover una alimentación saludable. Cataluña ha sido la primera comunidad autónoma en recoger este tipo de indicaciones en una guía sobre las máquinas expendedoras de bebidas y comidas con el objeto de luchar contra las "dietas basura" y el sobrepeso y obesidad infantiles.

Bibliografía

Normativa aplicable al vending:

• Real Decreto 3484/2000, de 29 de diciembre, por el que se establecen las normas de higiene para la elaboración, distribución y comercio de comidas preparadas.
• Real Decreto 706/1986, de 7 de marzo, por el que se aprueba la reglamentación técnico-sanitaria sobre condiciones generales de almacenamiento (no frigorífico) de alimentos y alimentarios.
• Real Decreto 2207/1995, de 28 de diciembre, por el que se establecen las normas de higiene relativas a los productos alimenticios y que incorporó a nuestro ordenamiento jurídico la Directiva 93/43/CEE del Consejo, de 14 de junio de 1993.


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23 sept 2008

El proceso de fritura en los alimentos

Una correcta fritura de los alimentos mejora su textura y su aspecto

El consumo de alimentos fritos es una práctica que se realiza desde la antigüedad, especialmente en los países mediterráneos. A pesar de que se trata de una práctica vinculada a la producción de aceite de oliva, en otras áreas geográficas de Europa, donde el cultivo de este producto no ha sido popular ni posible, se han utilizado para freír los alimentos diferentes grasas de origen animal.

Fuente: consumer.es (16 de noviembre de 2005)
Autor: Mª ÁNGELES YAGÜE AYLÓNJOSÉ JUAN RODRÍGUEZ JEREZ

La fritura de alimentos en baño de aceite, favorecida en parte por el aumento de consumo de comidas preparadas o precocinadases, se ha convertido en los últimos años en una de las técnicas culinarias más extendidas del mundo. De todos los posibles, el aceite de oliva es el producto que ha demostrado mayor idoneidad para la frituras. Su elevado coste, sin embargo, se ha convertido en un factor limitante difícil de rebasar.

Un uso cada vez más masivo y los elevados costes han provocado que, como consecuencia, se haya generalizado el uso de los aceites de semillas y de vegetales en general, así como mezclas de éstos o de distintas fracciones de aceites y grasas, a menudo con aditivos, que constituyen las grasas y aceites especiales para freír.

Los aceites de fritura no están exentos de riesgos. Hoy por hoy la máxima preocupación se centra en problemas relacionados con el sobrecalentamiento o con la tecnología de extracción, aspectos que obligan a reconsiderar posibles futuros peligros.

Aceites y grasas

Los riesgos asociados a grasas y aceites de fritura se relacionan con la acumulación de sustancias tóxicas en los alimentos

Numerosos estudios han evidenciado la importancia creciente que los aceites y grasas están adquiriendo en el ámbito de la seguridad alimentaria. De forma general, se considera que pueden incidir, directa o indirectamente, en muchos problemas de salud pública. En especial, por la oxidación de sus componentes, por la acumulación de sustancias tóxicas en los alimentos sobrecocinados o fritos a muy elevadas temperaturas.

Los aceites y las grasas son lípidos simples formados por esteres de ácidos grasos con glicerol, a diferencia de los compuestos (fosfolípidos, glicolípidos o cerebrósidos, esfingolípidos y sulfolípidos), que tienen otras funciones químicas, y de las ceras, terpenos y esteroides que contienen alcoholes distintos del glicerol. Hay otros derivados de lípidos sencillos o compuestos que mantienen las propiedades del grupo: ácidos grasos (AG), alcoholes de cadena larga y esteroles, e hidrocarburos.

En general, el término grasa incluye a todos los triglicéridos y se relaciona con los productos lipídicos de origen animal y otros minoritarios de origen vegetal, mientras que aceite se refiere a los lípidos de origen vegetal, independientemente del estado líquido o sólido que adquieran según la temperatura ambiental o su punto de fusión.

Los lípidos de los alimentos, salvo muy raras excepciones, contienen AG de cadena lineal saturados o insaturados. Algunos AG están presentes en todas las grasas y aceites y otros lípidos. Este es el caso de los ácidos oleico, linoleico, esteárico, palmítico y palmitoleico. Especial importancia han adquirido el linoleico (& 6) y el linolénico (& 3) por su relación con efectos potencialmente beneficiosos para la salud.

En función de los AG podrían establecerse 5 subgrupos:

Aceites procedentes de semillas: algodón, sésamo, girasol, maíz, cacahuete y cártamo o de tegumento o pulpa de frutos: oliva y palma, ricos en ácidos oleico y linoleico y contenido en AG saturados no superior al 20%. En este grupo la cantidad de AG saturados es muy baja.
Aceites de coco, palma, babassu y coquilla con una proporción de 40-50% de ácido laúrico C12, con bajo grado de instauración y AG de cadena corta, por lo que funden a temperaturas poco altas y son relativamente estables.

Aceites de soja, germen de trigo, cáñamo y perilla, ricos en ácido linoleico. 4. grasas lácteas, únicas que contienen ácido butírico C4 5. Tejidos adiposos animales, con un elevado grado de saturación de los ácidos grasos.

Proceso de fritura

La fritura es un proceso culinario que consiste en introducir un alimento en un baño de aceite o grasa caliente a temperaturas elevadas (150-200º C), donde el aceite actúa de transmisor del calor produciendo un calentamiento rápido y uniforme del producto.

La fritura puede ser:

Superficial, en un recipiente más o menos plano, tipo sartén o con bajo nivel de aceite, donde parte del alimento queda fuera del baño de fritura. La parte sumergida se fríe y la externa se cuece por efecto del vapor interno generado al calentarse.

Profunda, al sumergir totalmente el alimento en el baño de fritura, normalmente en una freidora o en recipientes con nivel alto de aceite. La fritura es uniforme en toda la superficie. Este sistema es más frecuente en las frituras industriales, en las que se controla mucho más el proceso y la calidad del proceso y, por tanto, es difícil que se lleguen a acumular sustancias peligrosas en el producto final.

Por tanto, parece que el principal peligro se centra en la fritura discontinua típica en la elaboración de comidas para servicio directo al consumidor, que consiste en introducir una cantidad determinada de alimento en la cesta tipo rejilla y no se introduce más hasta que no se fríe y se retira el anterior.

Las freidoras en estos establecimientos pueden ser de diferentes tipos:

Doméstica. Es la más sencilla de todas, y consta de un recipiente con una resistencia para calentar el aceite y un cestillo para el alimento. Tiene capacidad para 3-5 litros.

Con cámara de agua. Igual que la anterior, pero con cámara de agua por debajo del nivel del aceite donde se depositan los residuos y se eliminan a través de la válvula de salida. Suelen tener capacidades de 5 a 25 litros.

Giratoria: Consta de un cestillo circular inclinado que gira y alterna la inmersión del alimento en el aceite.

Calentamiento en espiral. Está formada por una resistencia en forma de espiral en toda la cubeta que consigue un reparto del calor más uniforme.

Cambios en el aceite durante la fritura

Cuando aumenta la temperatura se aceleran todos los procesos químicos y enzimáticos. Por lo tanto, una grasa o aceite calentados se degradan con bastante rapidez, sobre todo si hay residuos que potencian las reacciones de alteración actuando como catalizadores.

Los principales cambios y alteraciones químicas de los aceites calentados son:

Hidrólisis. Se produce en presencia de agua o humedad y calor, que provocan la ruptura del enlace éster de los triglicéridos, los cuales se descomponen en monoglicéridos y diglicéridos y aparecen ácidos grasos libres y, en menor cantidad, se pueden formar metilcetonas y lactonas.

Este proceso es más frecuente en los aceites que tienen ácidos grasos de cadena media o corta, especialmente los de coco o palma, ricos en ácido laúrico y cuando se fríen alimentos congelados o ricos en agua.

También influye el hecho de que haya humedad al calentar o enfriar el aceite a temperaturas inferiores a 100º C, y durante los períodos entre frituras, ya que el agua no se evapora, o si se acumulan gotas en la tapa de la freidora. En las freidoras con cámara de agua también aumenta la velocidad de este proceso.

Como consecuencia de la hidrólisis suelen decrecer el punto de humo (temperatura a la que aparece humo en la superficie del aceite), aparecen olores y sabores indeseables, incluso puede haber gusto a jabón, y aumenta la acidez del aceite o grasa calentado.

Oxidación y autooxidación. Es la alteración más frecuente en la fritura y consiste en la acción del oxígeno sobre los ácidos grasos, especialmente los poliinsaturados, formándose compuestos inestables llamados hidroperóxidos o peróxidos y radicales libres, de los que depende la velocidad de reacción y la naturaleza de los productos originados. La luz actúa como catalizador.

Este proceso consta de tres fases. La primera de ellas es la iniciación o inducción, en la que se forman dos radicarles libres a partir de un hidroperóxido o de un ácido graso con un hidrógeno lábil; la segunda es la de propagación o continuación, en la que los radicales reaccionan con el oxígeno u otras cadenas de ácidos grasos, generando un mecanismo de reacción en cadena. La tercera es la de finalización o terminación, en la que, tras reaccionar dos radicales libres entre sí, se forman compuestos no radicales, en general aldehídos o cetonas. Cuando no existen más radicales libres para reaccionar con el oxígeno, es necesaria una nueva fase de iniciación para que continúe la oxidación.

Termooxidación. Se produce por el efecto de las elevadas temperaturas, de forma que se favorece todavía más la alteración oxidativa. Es evidente que el hábito de añadir aceite nuevo al ya usado o alterado, facilita su oxidación. Algunos aceites contienen sustancias antioxidantes naturales, pero la tendencia es usarlos como aditivos en los aceites y grasas especiales para freír.

Además no son estables a las altas temperaturas de la fritura.

Con la oxidación se producen olores, sabores no deseados y oscurecimiento, así como aumento de la viscosidad y formación de espuma.

Polimerización. La presencia de radicales libres que se combinan entre sí o con los ácidos grasos forman polímeros lineales (con diferente grado de longitud y ramificación) o cíclicos (sobre todo en presencia de dobles enlaces). Estos compuestos tienen mayor tamaño y peso molecular por lo que tienden a aumentar la viscosidad del aceite y la formación de espuma y a formar una capa de consistencia plástica en la superficie del aceite y en el recipiente, que es muy difícil de eliminar.

CAMBIOS EN EL ALIMENTO

Los cambios que se producen en el alimento tras un proceso de fritura dependen tanto del tipo, características y calidad del aceite como de las del alimento, y de la temperatura y el tiempo de fritura. Se recomienda una temperatura de 175-185º C y unos minutos variables en función del tamaño y cantidad de producto introducido.

A grandes rasgos, si la fritura se realiza correctamente, mejoran la textura y el aspecto de los alimentos. En la superficie del producto se producen reacciones de caramelización o pardeamiento no enzimático -reacción de Maillard- y tostado, lo que da un color y sabor agradables al alimento, un exterior crujiente, mientras que el interior queda jugoso ya que se evita que se pierda la humedad.

Se trata de un proceso menos agresivo para el valor nutritivo de los alimentos que otros procesos culinarios como la cocción o estofado, ya que normalmente se produce un control de las pérdidas nutritivas del alimento. Al mismo tiempo, es frecuente que varíe el contenido graso del producto, que en general aumenta, mientras que en alimentos muy ricos en grasa pueden perder parte de ella. De aquí la importancia de un buen escurrido, ya que condiciona el valor energético del alimento final.

Debido al intercambio de sustancias liposolubles entre el baño y el alimento, en ocasiones pueden producirse sustancias aromáticas como consecuencia de la fritura. Esto provoca intercambios de aromas y sabores de unas frituras a otras procedentes de productos muy distintos, lo que indudablemente contribuye a generar sabores no deseados.

Para evitar problemas importantes, lo ideal sería que la superficie del alimento estuviera lo más seca posible, y evitar freír alimentos glaseados y descongelados sin rebozado previo para evitar los procesos de hidrólisis y oxidación. En el supuesto que se hayan producido reacciones de oxidación o polimerización, el alimento absorbe más aceite ya que aumenta la viscosidad y el escurrido se hace con más dificultad. Por tanto, los componentes del aceite alterado pueden pasar al alimento y afectar a su composición final en el momento del consumo.

Cuando se aprecian modificaciones en los aceites, con cambios en el color, en la capacidad de escurrido o en el sabor o aroma, es el momento de sustituir el aceite y no esperar, en ningún caso, a la formación de espumas o a que el aceite esté completamente quemado.

BibliografíaYagüe Aylón MA. 2.003. Estudio de utilización de aceites para fritura en establecimientos alimentarios de comidas preparadas. Informes Técnicos. Observatorio de la Seguridad Alimentaria.
http://magno.uab.es/epsi/alimentaria/mangeles-aylon.pdf

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18 sept 2008

Alimentos y sabores en peligro de extinción

La industrialización, la poca rentabilidad de su producción o el cambio de hábitos y de gustos entre los consumidores son algunas de las razones que llevan a esta situación

Fuente: consumer.es (19 de agosto de 2008)
Por MAITE ZUDAIR

El movimiento internacional Slow food, que reivindica el hecho de comer despacio disfrutando del sabor de los alimentos y del acto de comer, ha realizado un catálogo que incluye alimentos en peligro de extinción de todo el mundo.

En él se encuentran más de 750 productos olvidados de distintos países del mundo, entre ellos 46 españoles. Los más abundantes son vegetales, cereales y algunas frutas y legumbres. También hace referencia a diversas especies de pescados o sus ancestrales formas de elaboración, así como distintos quesos, vinos y licores tradicionales.

"Arca del Gusto"

Son varias las causas que están llevando, día a día, año tras año, a la pérdida de alimentos y de sabores, y con ello a la desaparición de nuestro acervo culinario de multitud de recetas y comidas tradicionales. La industrialización de los procesos de producción y cultivo que tiende a la homogeneización de los métodos productivos; la presencia de razas muy productivas (vacas lecheras frisonas, gallinas ponedoras blanca Leghonr o cerdos blancos de largo crecimiento) que sustituyen a muchos animales de granja; la poca rentabilidad de la producción y distribución de ciertos alimentos propiciada por el dominio de grandes multinacionales; la sobreexplotación pesquera que afecta a especies muy conocidas y consumidas (bacalao, atún rojo, lenguado y merluza, entre otras); el cambio de hábitos y de gustos entre los consumidores, o el elevado precio de los productos poco demandados, son entre otras, las razones que conducen a esta situación.

Un total de 46 de los 750 alimentos en peligro de extinción en todo el mundo son españoles

Con el objetivo de revalorizar los productos regionales, fomentar el consumo de los alimentos en peligro evidente de desaparecer y tratar de recuperar las tradiciones culinarias más antiguas al gusto de los consumidores actuales, la Fundación Internacional Slow Food ha desarrollado en Internet el proyecto "Ark of Taste" (Arca del Gusto)-

A través de su página web se tiene acceso a un listado de diferentes alimentos de países de todo el mundo que se encuentran en verdadero peligro de extinción y a los informes sobre su situación actual y sobre las posibilidades reales de encontrarlos. El listado de alimentos en peligro de extinción asciende a más de 750, de los cuáles 46 son productos españoles.

Entre ellos encontramos numerosos vegetales como una variedad de tomate (Aritxabaltako mozkorra) natural de Guipúzcoa, carnoso y sabroso con pocas semillas y un intenso color rojo casi granate; la espigall, también llamada col brotonera, una verdura de invierno típica de El Garraf, región de Cataluña, de color verde y hojas comestibles espigadas y dentadas; cereales como el millo corvo, un tipo de maíz de grano negro que se planta en el sur de Galicia, o la escanda, un cereal antiguamente abundante de Asturias; frutas como la manzana Esperiega, una variedad oriunda de Valencia, y algunas legumbres. También se hace referencia a razas de animales como la de vacuno Betizu arraigada al País Vasco; especies de pescados o sus ancestrales formas de elaboración, así como algunos quesos y vinos tradicionales.

Recuperar sabores naturales y originales

El gusto por los alimentos de los consumidores ha cambiado en los últimos años. El nuevo estilo de vida, que conduce a un uso masivo de productos precocinados o elaborados, está llevando a un uso y a un consumo universal de aditivos. Muchos de estos aditivos son potenciadores del sabor y se emplean en diversidad de preparados, lo que explica que muchos productos de distinta naturaleza nos sepan igual o muy parecido.

Desde pizzas y canelones hasta sopas de sobre, salsas, productos de charcutería o aperitivos salados tipo patatas fritas. Todo sabe igual, o nada sabe como antes.

Sobre todo en los productos frescos. Resulta difícil encontrar un tomate, salvo en plena temporada, que sepa realmente a tomate, al sabor del tomate fresco de la huerta que recordamos de pequeños. Lo mismo ocurre con los melocotones, que ni siquiera desprenden aroma, a pesar de su lustrosa apariencia.

Muchos niños de ahora asocian el sabor del tomate a la salsa tipo ketchup, cuyo sabor no tiene nada que ver (es de sabor más dulce y pronunciado) respecto a una salsa de tomate casera. Los consumidores tenemos trabajo si queremos recuperar los sabores naturales y reales de los alimentos. Un primer paso puede ser escoger alimentos de temporada, aquellos en los que se pone especial empeño en su cultivo o producción, por lo general, más sabrosos y apetecibles. Otro paso tiene lugar en la cocina, haciendo uso racional y proporcionado de los condimentos y las especias. Los expertos en gastronomía advierten que, para obtener un plato delicioso, los condimentos deben proporcionar un contraste o un aroma al plato, pero sin anular el sabor real del ingrediente principal.

Slow food, slow travel

En los últimos años han ido surgiendo movimientos slow (lento) que tienen en común, por medio de distintas iniciativas, la lucha contra la velocidad y las prisas en las que está imbuida la sociedad actual. El movimiento Slow food, cuya traducción al castellano es "comida lenta", es el término opuesto al Fast food o comida rápida. Se trata de un movimiento internacional creado en Italia en la década de 1980, cuyo objetivo es desarrollar una cultura contraria al Fast food y recuperar los sabores y las costumbres tradicionales. Sus seguidores persiguen disfrutar de la comida, degustar los placeres que ofrece y gozar de la buena mesa en el entorno más adecuado y tranquilo.

Con una filosofía similar ha surgido el Slow travel, una forma de viajar y hacer turismo que aboga por integrarse en el lugar de destino, comunicarse con sus habitantes y formar parte de sus costumbres. El movimiento slow ha impulsado la creación de las slow cities, ciudades que ofrecen al habitante y al visitante una calidad de vida que se plasma en la abundancia de zonas peatonales y zonas verdes, el cuidado de la gastronomía y la cultura autóctona, un ambiente tranquilo lo más libre posible de ruido y contaminación.


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14 sept 2008

Cebada en la dieta

Por su riqueza en beta-glucanos, un tipo de fibra soluble, se está estudiando el efecto de su consumo en el tratamiento de las dislipemias

Fuente: consumer.es (15 de agosto de 2008)
Por MAITE ZUDAIRE

La cebada es un cereal que siempre se ha cultivado en nuestro entorno pero al que no se le da uso tradicional como alimento. Su utilización más conocida, a parte de servir para elaborar la malta de la cerveza, es el pan de cebada, y tampoco es muy fácil encontrarlo en nuestro país. Sin embargo, en distintas regiones de Centroeuropa, se le da distintos y originales usos; en grano se emplea como ingrediente básico de guisos y sustituye a la pasta y al arroz en algunos platos, como sopas y ensaladas.

Desde el punto de vista nutritivo, por su riqueza en beta-glucanos, un tipo de fibra soluble, se está estudiando el efecto de su consumo, bien como alimento o como complemento alimenticio, en la reducción de los niveles elevados de colesterol (hipercolesterolemia).

Cocinar con cebada

Son pocas las recetas, los platos o las comidas tradicionales que incluyen la cebada entre sus ingredientes en comparación con otro cereal indiscutible en la gastronomía española, como es el arroz. Todavía hoy, el mayor uso de la cebada sigue siendo el de servir de pienso para animales, si bien para la alimentación humana tiene usos originales y destacables.

La cebada contiene beta-glucanos que han demostrado ser eficaces en la reducción del colesterol "perjudicial"

Un uso muy común de este cereal es en forma de malta. En panadería se utilizan pequeñas cantidades de malta molida, rica en enzimas y en concreto de alfa-amilasa que le confiere más sabor, color y aroma al alimento. Las maltas de cebada se emplean sobre todo en la preparación de bebidas alcohólicas malteadas, tales como cervezas, whiskys, extractos de maltas (siropes) y vinagres.

La parte mayor del grano (el endospermo amiláceo de la cebada) que se obtiene tras el descascarillado se utiliza para la elaboración de pan. Aunque la cebada, como el trigo, también tiene gluten, su harina no cohesiona ni es tan extensible como la de trigo, y el pan de cebada no sube tanto. Por esta razón, se suele emplear la harina de ambos cereales mezclada para elaborar panes.

Si a la cebada se le eliminan las glumas y las cubiertas, se obtiene cebada pelada o perlada. Este tipo queda sabrosa combinada con verduras como el calabacín o, incluso, con legumbres como las lentejas. También se emplea para fabricar copos que se utilizan como cereales de desayuno.

La cebada en grano puede servir también como ingrediente básico de distintos guisos. Sustituye perfectamente a la pasta y al arroz en las sopas, que las torna más espesas, y resulta un ingrediente sabroso en ensalada y en salteados de verduras como la menestra de verduras y cebada.

Cebada, beta-glucanos y colesterol

La cebada comparte con la avena la riqueza en un tipo de fibra soluble, los beta-glucanos, que han demostrado ser eficaces en la reducción del colesterol-LDL, también conocido como colesterol "perjudicial". No obstante, aunque las consecuencias del consumo de cebada como alimento han sido poco evaluadas, sí que está más estudiado el efecto de sus concentrados de beta-glucano.

Uno de los estudios más reciente se publicó en el periódico médico "The British Journal of Nutrition" en junio de 2007. La investigación, llevada a cabo por el Departamento de Medicina de Familia y Salud Comunitaria de la Facultad de Medicina de la Universidad de Minnesota (EE.UU.), determinó que los complementos alimenticios que contienen concentrado de beta-glucano pueden considerarse como una opción efectiva para mejorar el perfil de lípidos sanguíneos.

Para este estudio -aleatorio controlado con placebo que duró diez semanas- los 155 sujetos fueron asignados al azar en grupos de tratamiento y grupos control. A los grupos tratamiento se les ofrecieron productos enriquecidos en beta-glucanos con dosis distintas, de tres y cinco gramos en forma de cereales enriquecidos y de jugo de frutas bajo en calorías, que ingerían dos veces al día con las comidas. Al inicio del estudio y al cabo de seis semanas de tratamiento se determinaron los niveles de colesterol total, LDL-colesterol, HDL-colesterol ("beneficioso") y triglicéridos.

Se observó una mayor reducción de los niveles de colesterol total y LDL-colesterol en las personas que consumieron productos con mayor dosis de beta-glucanos (cinco gramos), mientras que no se observaron cambios en los niveles de HDL-colesterol.

CEREAL CON GLUTEN
La cebada es junto con el trigo, el centeno y el triticale (híbrido de trigo y centeno), un cereal con gluten. El gluten es un complejo de proteínas que confiere a los cereales sus propiedades viscoelásticas (cualidad para recobrar su forma y extensión tan pronto como cesa la acción) y cohesivas de la masa de pan, por ejemplo. Este complejo proteico es conocido porque los alimentos que lo contienen (los cereales mencionados y los productos que los contengan; harina, sémola, semolina, pan, galletas, cereales de desayuno, pasta o pizza), pueden ocasionar celiaquía en personas predispuestas genéticamente.

La avena se considera que no contiene gluten (en concreto gliadina, la proteína más tóxica del gluten), si bien se contamina durante la recolección o el almacenamiento, al entrar en contacto con las maquinarias que han tratado el resto de cereales con gluten, por lo que también se ha de evitar en caso de celiaquía.

Este tipo de intolerancia cursa con atrofia de la mucosa del intestino delgado con la consiguiente mala absorción generalizada de los nutrientes de los alimentos. El tratamiento dietético de la celiaquía conlleva la exclusión de la dieta de todos los cereales con gluten y derivados, que son sustituidos por aquellos que no lo contienen, como el arroz y el maíz, y otros menos comunes en nuestra cultura alimentaria, como el mijo y el sorgo.


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6 sept 2008

Yogur diarrea y antibióticos

Tomar probióticos como el yogur u otras leches fermentadas ayuda a contrarrestar más eficazmente la diarrea que suele aparecer tras la toma de estos medicamentos

Fuente: consumer.es (14 de agosto de 2008 )
Autor: Por MAITE ZUDAIRE

Los investigadores comenzaron a estudiar el uso de un tipo de bacterias lácticas de los yogures, los "Lactobacillus acidophilus", como una posible respuesta terapéutica a uno de los efectos secundarios de la toma de antibióticos: la diarrea. Los medicamentos antibióticos alteran el equilibrio natural de la microflora intestinal. Diversos meta-análisis recientes han analizado los estudios que evalúan el efecto de los probióticos en la prevención de la diarrea tras la toma de antibióticos.

Al parecer, una de las bacterias lácticas más resistentes a la acidez del estómago y a los procesos digestivos en el intestino delgado, y con mejor respuesta a la resolución de la diarrea tras la toma de antibióticos, son los lactobacilos GG ("L. casei spp rhamnosus"), más conocidos como LGG, que lleva las iniciales de sus descubridores, Sherwood Gorbach y Barry Goldin.

Yogur, diarrea y antibióticos en niños

Está ampliamente documentado que el
consumo de antibióticos altera sustancialmente el equilibrio natural de la flora intestinal. Por una parte, se reduce la capacidad de fermentación y, por otra, aumenta la sensibilidad de desarrollo de bacterias patógenas, con el consiguiente riesgo de aparición de diarrea. Este aspecto es particularmente interesante en niños, ya que son más propensos a coger infecciones diversas para las cuales se aconseja tomar antibióticos.

En general, los antibióticos más usados son de amplio espectro, es decir, combaten todo tipo de bacterias, incluidas las bacterias beneficiosas del intestino (Bifidus y Lactobacilus), de ahí que sea frecuente la diarrea tras tomar antibióticos. También sucede por hacer un
uso indiscriminado e irresponsable de los antibióticos.

De todos los probióticos, el que ha demostrado características excepcionales para la supervivencia y la colonización ha sido el LGG

Existen diversos ensayos en investigación en los que se ha observado que la ingesta de prebióticos, como los yogures y otras leches fermentadas, disminuye de manera notable la aparición de diarrea asociada a los antibióticos. Investigadores canadienses del "Complementary and Alternative Research and Education (CARE) Program", del Stollery Children's Hospital Foundation (Universidad de Alberta) en Edmonton, y del Departamento de Salud Comunitaria del Centro de la Salud de la Universidad de Calgary realizaron un meta-análisis que analizó estudios aleatorios controlados con placebo que evaluaban este efecto preventivo en niños.

Según los investigadores, parecen prometedores (aunque no concluyentes, a la espera de más estudios adecuadamente diseñados) los efectos beneficiosos de los probióticos en la prevención y tratamiento de la diarrea tras la toma de antibióticos. Los probióticos más estudiados y de los que se ha observado un mayor efecto son los probióticos LGG y "Sacharomyces boulardii", aunque también existe en la literatura científica estudios que han constatado el efecto positivo de otros probióticos, como lactobacilos y bifidobacterias, en la prevención de la diarrea.

Estos resultados coinciden con los de otro llevado a cabo, también en niños, por el Departamento de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica de la Facultad de Medicina de Varsovia, en Polonia.

No obstante, según los expertos, queda por determinar en nuevos ensayos el efecto sobre la diarrea de nuevos probióticos, así como las dosis concretas y seguras de los ya estudiados, para los bebés y para los niños de más corta edad. Aunque no se han advertido efectos secundarios tras el consumo de probióticos por los niños, los expertos advierten que el seguimiento de los efectos en los estudios ha sido limitado (por lo general, unos cinco días de media de tratamiento), y que este aspecto también se debería tener en cuenta en próximas investigaciones.

El descubrimiento

Fue hacia la década de 1950 cuando se comenzó a estudiar el efecto del consumo "Lactobacilus acidophilus", un tipo de bacteria láctica, como una posible respuesta a alguno de los efectos secundarios digestivos de la toma de antibióticos, como la diarrea. Desde entonces, una de las principales dificultades que han encontrado los investigadores para obtener beneficio de la ingesta de probióticos ha sido garantizar la supervivencia de las bacterias lácticas en el tracto intestinal.

Los probióticos ingeridos por vía oral tendrían que ser capaces de sobrevivir a la acidez del estómago y a los procesos digestivos del intestino delgado y colonizar con éxito el colon. De todos los probióticos que se conocen en la actualidad, el que ha demostrado características excepcionales para la supervivencia y la colonización ha sido el LGG.

Desde su descubrimiento en 1985, se han desarrollado diversas patentes con LGG con el fin de incorporar dichos probióticos a distintos productos, desde mantequilla, crema de leche, leche, leches fermentadas, bebidas con fruta o quesos, aunque por el momento, no llegan a España.

Asimismo, ya existe alguna empresa estadounidense, dedicada a la comercialización de alimentos funcionales, que vende cápsulas de LGG como un complemento probiótico "para el mantenimiento del sistema digestivo".

QUÉ SON LOS PROBIÓTICOS
Los
probióticos son organismos vivos (bacterias o levaduras de la flora comensal intestinal) que se añaden a los alimentos o que forman parte de ellos, cuyo consumo en cantidades adecuadas comporta efectos beneficiosos para la salud. En el mercado, los probióticos que encontramos son yogures y otras leches fermentadas con diversas bacterias lácticas, como bifidobacterias, "Lactobacillus casei imunitass", "LC1", entre otras.

En el intestino tiene lugar parte de la
digestión de los alimentos y la absorción de la mayoría de los nutrientes. En esta parte del tubo digestivo conviven en equilibrio billones de bacterias que, además, influyen en las defensas del organismo. La pérdida del equilibrio entre bacterias beneficiosas y nocivas de la microflora intestinal comporta una predisposición a padecer infecciones y malestar digestivo como hinchazón o diarreasos probióticos ayudan a mantener en armonía la flora intestinal, y los más estudiados son los lactobacilos, las lifidobacterias y algunas levaduras como la "Saccharomyces", de las que se ha comprobado tanto su eficacia como su seguridad, al no encontrarse efectos adversos asociados a su consumo.

La eficacia de algunos probióticos está demostrada, además de en diarreas provocadas por antibióticos, en otros malestares digestivos como el
estreñimiento.

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2 sept 2008

El color natural de los alimentos

Se trata de uno de los parámetros sensoriales que más influye en su aceptabilidad

Cada alimento posee, en su forma natural, un color propio que, sin embargo, no perdura en todo el proceso de transformación.

De acuerdo con las operaciones a las que son sometidos, los alimentos varían su color en un amplio rango. El que poseen de forma natural es un buen indicador de su composición, es decir, en la naturaleza hay moléculas responsables de su pigmentación. Con sólo ver el color podemos saber el tipo de moléculas presentes en los alimentos.

Fuente: consumer.es (13 de agosto de 2008)
Autor: Por NATÀLIA GIMFERRER MORATÓ

En los alimentos, el color es la primera sensación que se percibe. Este parámetro, uno de los que determina el primer juicio sobre la calidad de un producto, aporta un destacado conjunto de sensaciones. En determinadas ocasiones, puede modificar subjetivamente otras sensaciones como el
sabor y el olor. De hecho, una manera de confundir a los catadores de alimentos es "pintar" el producto con un color que no corresponde con el aroma utilizado.

Los colores en los alimentos pueden venir por varias causas: por la presencia de sustancias de forma natural, mediante reacciones químicas o enzimáticas que sintetizan nuevos compuestos responsables de la aparición de más colores en el alimento, por ejemplo la Reacción de Maillard, o, finalmente, por la presencia de
colorantes añadidos como aditivos.

Clorofilas

La clorofila es un pigmento porfírico fotosintético presente en las plantas superiores. Confiere el color verde a los vegetales y se encarga de absorber la luz necesaria para realizar la fotosíntesis en las plantas, un proceso que permite transformar la energía solar en energía química. La clorofila absorbe sobre todo la luz roja, violeta y azul, y refleja la verde. Es una molécula compleja, en su estructura hay cuatro anillos pirrólicos unidos con otros por grupos metilo y en el centro aparece un átomo de magnesio unido en dos posiciones por nitrógenos.

El color verde natural de los alimentos puede alterarse con la aparición de la feofitina, que se da sobre todo en procesos de cocinado o enlatado

Hay varios tipos de clorofilas que difieren entre ellas por su estructura molecular y porque absorben longitudes de onda distintas. El tipo más común es la clorofila a, que constituye aproximadamente el 75% de toda la clorofila de las plantas verdes y su color es verde-azulado. Existe también la clorofila b, un pigmento presente en vegetales y otras células fotosintéticas complejas. Absorbe la luz de una longitud de onda diferente y su color es verde-amarillento. La clorofila b es algo más estable que la clorofila a.

La clorofila puede sufrir distintos tipos de alteraciones. La más frecuente y perjudicial para el color de los alimentos vegetales es la pérdida del átomo de magnesio, formando la llamada feofitina, que aportará un color verde oliva con tonos marrones, en lugar del verde brillante de la clorofila en los alimentos. Esta pérdida de color suele ser un fenómeno habitual en procesos de cocinado, enlatado, escaldado, durante la exposición de los alimentos a radiaciones gamma para erradicar la flora microbiana o en medios ácidos. Hay que tener en cuenta que los vegetales son siempre ácidos y que en el tratamiento térmico se liberan generalmente estas sustancias. La adición de bicarbonato aumenta el pH ayudando a mantener el color pero a costa de aumentar la destrucción de la tiamina. También puede estabilizar el color la presencia de sal común o de compuestos solubles de magnesio o calcio.

Carotenoides

Los carotenoides son los responsables de la gran mayoría de los colores amarillos, anaranjados o rojos de los vegetales, y también de los colores anaranjados de varios alimentos animales. Es el grupo más representativo de los tetraterpenos compuestos, que se caracterizan por una estructura con 40 átomos de carbono, aunque no todos se ajustan estrictamente a esta regla. A los carotenoides que contienen átomos de oxígeno se les conoce como xantofilas, los restantes constituyen el grupo de los llamados carotenos.

Su color puede variar desde amarillo pálido, anaranjado y hasta rojo oscuro. Estas diferencias están directamente relacionadas con su estructura. Los animales son incapaces de sintetizar carotenoides y deben obtenerlos a través de la dieta. El ejemplo más conocido de la presencia de caroteno en los alimentos es la zanahoria. Este pigmento es el responsable de su color anaranjado brillante. En otros alimentos como el salmón o las langostas el color rosado y rojo es también debido a la presencia de carotenoides.

La presencia de gran número de dobles enlaces hace a los carotenoides muy sensibles a la oxidación. Esta reacción da lugar a una pérdida de color y generalmente existe una gran dependencia entre la velocidad de oxidación y el ambiente en el que se encuentran. Los carotenoides son mucho más resistentes a la oxidación en el interior de los alimentos que en materiales pulverizados y secos o en extractos.

LA COCHINILLA: E-120

La cochinilla es un pigmento obtenido a partir de los cuerpos desecados de las hembras del insecto "Dactylopius coccus", originario de México y de los países andinos como Ecuador, Perú, Bolivia o Chile. Se han encontrado evidencias de su uso en épocas muy antiguas, por ejemplo entre los aztecas era muy apreciado como colorante textil.

Este insecto se cría en los tallos de las tuneras ("Opuntia"), un género de la familia de las cactáceas, de los cactus. El insecto se alimenta extrayendo la savia de la plantas.

Actualmente el principal productor de tinte de cochinilla es Perú, con el 75% del total, también Chile con pequeñas producciones y Canarias, con aproximadamente unas 65 toneladas al año. El colorante de la cochinilla está formado por el ácido carmínico y se puede extraer con agua. En disolución, el colorante es relativamente sensible al pH, aunque por encima de 5 tiene ya su color carmín característico. Por debajo tiene un color más rojo o anaranjado. Es totalmente estable frente al calor y frente a la luz, hasta el punto de resultar el más estable de todos los colorantes naturales. Al no ser tóxico, el tinte que se extrae se usa en la industria como colorante E-120 en una gran variedad de productos de cosmética, textiles y de alimentación. Este pigmento debidamente procesado ofrece un amplio abanico de colores, como violeta, naranja, rojo, gris y negro.

En alimentación es considerado un colorante caro, por lo que se utiliza principalmente en productos de gama alta. Entre ellos destacan varios aperitivos con alcohol producidos en Italia así como su presencia en derivados lácteos, cárnicos y vegetales.


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